- Científicos a medio camino entre España y EEUU cuentan las claves del éxito
- Madrugar y trabajar, receta de Izpisúa, Ordovás, Baselga, Massagué y Fuster
María Valerio | Madrid
Dormir poco y trabajar mucho. Ésa parece ser la receta del éxito a juzgar por las biografías de grandes investigadores españoles, que viven a medio camino entre España y EEUU, compatibilizando cargos de la máxima responsabilidad en los centros más punteros a ambos lados del Atlántico. Valentín Fuster, José María Ordovás, Juan Carlos Izpisúa, Josep Baselga o Joan Massagué nos cuentan sus claves para sobrevivir al 'jet lag vital' en el que sobreviven.
"Lo importante no es la cantidad de sueño, sino la calidad", justifica el doctor Fuster, que compatibiliza los cargos de director general del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), con sede en Madrid, y el de director del Instituto Cardiovascular del Hospital Mount Sinai de Nueva York (EEUU), a casi 6.000 kilómetros de distancia.
Su jornada comienza a las 5.00 de la mañana en su oficina de Nueva York, de la que no se va hasta las 7.30 de la tarde. Entre medias, tan sólo cuatro horas de sueño cada noche (y 45 minutos diarios de ejercicio a última hora). "Probablemente es algo genético, siempre he dormido muy poco", se justifica. También habla de predisposición genética el director del Laboratorio de Nutrición y Genética y catedrático de Nutrición y Genética de la Universidad de Tufts (Boston) y colaborador senior en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (Madrid), José María Ordovás; que suma al cóctel "un continuo entrenamiento de mis relojes biológicos a ponerse a la hora donde me encuentre de una manera instantánea".
Madrugadores
A las 05.00 se levanta también Juan Carlos Izpisúa, con un pie en el Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona (CMRB) y otro en el Instituto Salk de Estudios Biológicos de La Jolla (California, EEUU). "A esa hora empiezan las llamadas de teléfono, los e-mails y las videoconferencias", explica. Una 'táctica' que comparte con ellos Josep Baselga, director de la unidad de oncología del Hospital General de Massachusetts (Boston, EEUU), desde donde codirige el Instituto de Oncología Vall d'Hebron, en la Ciudad Condal. "Me levanto a las 4.30, porque aquí el día arranca muy temprano, y antes de empezar a las 07.00 ya he podido estar en contacto con Barcelona un par de horas a través de Skype".
"Lo esencial es organizarse", resume Izpisúa, "la tecnología ha hecho que pueda 'vivir' en dos partes del mundo al mismo tiempo y mis días se alaaaaaaaaarguen", bromea. Otro colega suyo que viaja desde hace 10 años entre "dos barrios que me son muy familiares (Manhattan y Barcelona)" es el catalán Joan Massagué (director del Instituto de Investigación en Biomedicina de la Ciudad Condal, IRB, y del programa de Biología del Cáncer del neoyorquino Memorial Sloan-Kettering Cancer Center).
En su caso, asegura pragmático, "no es doble vida, sino una cuestión de contribuir con liderazgo en ámbitos que son distintos pero parecidos". El doctor Baselga es el último de todos ellos en incorporarse a esta 'doble vida' (hace unos ocho meses que compatibiliza ambos países), pero reconoce que "es extraño lo fácil que es"; aunque confiesa que su formación médica y las numerosas guardias que acumulan a las espaldas ayudan de alguna manera: "los médicos estamos acostumbrados a dormir donde sea".
Y como bromea su colega José María Ordovás, "no hago más que investigar y predicar los resultados de este estilo de vida: terribles. Lo mire uno por donde lo mire. No se lo recomendaría a nadie, pero en casa del herrero, cuchillo de palo".
Jet lag
Los cinco viajan a menudo entre España y EEUU, una vez a la semana en el caso de Fuster y Massagué (que asegura combatir el jet lag "volando de Nueva York a Barcelona el viernes por la noche, con fin de semana por delante"). El doctor Fuster ni siquiera cambia el reloj de hora cuando aterriza en Barajas a las 07.00 de la mañana, y regresa al JFK en el vuelo de la tarde. "Son viajes relámpago, pero que cunden mucho, porque está todo muy organizado", apunta.
Para Ordovás, en cambio, esos vuelos hacia el este son precisamente las noches que más duerme, "porque no tengo la distracción de los e-mails o el teléfono. Por unas horas estoy 'protegido' de mis adicciones".
A pesar de ese ritmo, Fuster asegura que lleva una vida tranquila (aunque organizada, eso sí), y no siente que esté realizando ningún sacrificio. "Yo le doy mucha importancia a la familia, hablo con ellos tres veces al día, resume". Izpisúa, por su parte, sí es consciente de los riesgos para la salud que implica este ritmo, "aunque estoy metido en un mecanismo que ni yo mismo soy capaz de parar. No obstante, esa dedicación, esquizofrénica a veces, es necesaria; no conozco otra manera de avanzar en lo que hago".
Y por si alguien se pregunta si estos genios de la ciencia se cuidan de alguna manera especial, Massagué les da su receta: "sentido común y moderación".
--
Publicado por VRedondoF para SND el 7/26/2011 02:11:00 AM